Afrontar el hecho de que tu hijo/a pueda padecer un trastorno del espectro autista no es fácil, desde el Centro de Psicología Samaya podemos garantizar, que en estos momentos tan delicados, las familias podrán contar con un apoyo profesional cercano, que serán informadas paso a paso en cada momento de la evaluación, podrán resolver cuantas dudas surjan a lo largo del procedimiento, se les aportará un diagnóstico claro basado en criterios clínicos y contarán con la orientación necesaria sobre los pasos a dar para lograr que el menor logre el desarrollo de sus capacidades.

Desde la aparición del Manual de Diagnóstico DSM V se han producido algunos cambios en cuanto a los criterios diagnósticos en el Trastorno del Espectro Autista, éstos son:

• Cambio en el nombre de Trastorno Generalizado del Desarrollo por Trastorno del Espectro Autista.
• Creación de un diagnóstico único Trastorno del Espectro Autista, en lugar de una categoría que contiene cinco diagnósticos individuales.
• Trastorno autista, síndrome de Asperger, trastorno desintegrativo infantil, y TGD no especificado se subsumen en una etiqueta: Trastorno del Espectro Autista.
• El Síndrome de Rett se elimina ahora que su base molecular se conoce.
• Tres dominios de síntomas (social, comunicación y comportamientos repetitivos) se convierten en dos (socio-comunicación y conductas repetitivas)
• Desarrollo de una nueva categoría de Trastorno de la Comunicación Social (fuera del espectro del autismo) para proporcionar una cobertura de diagnóstico para los niños que presentan sólo problemas de comunicación social y no muestran los comportamientos repetitivos y estereotipados de los TEA.

Los Trastornos de Ansiedad los podemos clasificar en:

• Ansiedad por Separación
• Mutismo Selectivo
• Fobia Específica
• Ansiedad Social
• Ataque de pánico
• Ansiedad Generalizada

A diferencia de los miedos evolutivos, los trastornos de ansiedad en los niños no desaparecen por sí solos, sino que, por el contrario, se intensifican y predisponen a quien los padece a sufrir otros trastornos emocionales, así como también dificultades en el aprendizaje. Por estas razones y para ahorrarle al niño años de padecimiento, es fundamental el abordaje de estos trastornos en el momento de su aparición, para prevenir el desarrollo de complicaciones.

Investigaciones recientes muestran que los niños y adolescentes padecen depresión con síntomas a veces parecidos a los de los adultos, y también con otros síntomas específicos y diferentes según la edad.

Los síntomas más habituales son:

• Irritabilidad
• Tristeza
• Disminución del interés por actividades
• Aislamiento social
• Autoestima baja

El diagnóstico debe realizarse mediante entrevista clínica, para completar la evaluación, es imprescindible la información aportada por los padres y por el entorno escolar.

Los problemas de alimentación en la infancia son muy habituales. Hay casos en los que los niños que comen excesivamente lentos, entreteniéndose con cualquier cosa, niños que se resisten a aprender los hábitos de conducta apropiados para su edad y tienen que comer rodeados de juguetes o con muchos entretenimientos. También puede darse el caso de niños que se levantan continuamente de la mesa o simplemente se niegan a comer. Todos estos problemas hacen que en numerosas ocasiones los padres y madres se desesperen y que las horas de las comidas se conviertan en una lucha constante.

Todos estos son problemas alimentarios menores en la infancia, que en muchas ocasiones con una serie de pautas de modificación de conducta se reconduce. Sin embargo, en ocasiones se requiere de una intervención terapéutica puesto que en muchos casos estos problemas se pueden agravar con el tiempo y desarrollar hábitos alimentarios inadecuados.

Son trastornos de la alimentación:

• Pica: Ingesta persistente de sustancias no nutritivas (yeso, tierra, pintura, ropa, hojas…)
• Bulimia nerviosa
• Anorexia nerviosa

Se pueden presentar las siguientes dificultades en el aprendizaje y en la utilización de las aptitudes académicas:

• Lectura de palabras imprecisa o lenta y con esfuerzo.
• Dificultad para comprender el significado de lo que lee.
• Dificultades ortográficas.
• Dificultades con la expresión escrita.
• Dificultades para dominar el sentido numérico, los datos numéricos o el cálculo.
• Dificultades con el razonamiento matemático.

La evaluación y detección temprana de los trastornos de aprendizaje es clave a la hora de evitar el fracaso escolar. Una vez identificado el trastorno, se podrá dar la respuesta adecuada a las necesidades de cada menor, ayudándolo en el proceso de enseñanza-aprendizaje y que éste no suponga un suceso traumático.

Los diferentes estadios de desarrollo conllevan asociados un tipo u otro de miedos.

Primera Infancia
Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Es en esta etapa, cuando empiezan también a surgir los primeros miedos relacionados con pequeños animales y ruidos fuertes.

Etapa Pre-Escolar 3-6 Años
Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta.

De 6 a 11 años
Toman el relevo como temores como el daño físico (accidentes) o los médicos (heridas, inyecciones). Puede también presentarse, dependiendo de las circunstancias, temor hacia el fracaso escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la relación con sus iguales.

En nuestro centro atendemos las fobias y miedos desde una perspectiva global, la intervención se lleva a cabo tanto directamente al menor como orientaciones a las familias sobre cómo abordar las diferentes situaciones que se pueden producir. Empleamos diferentes técnicas y estrategias, incluyendo la realidad virtual como complemento a la intervención, obteniendo hasta ahora muy buenos resultados.

Los trastornos de eliminación de orina y heces, enuresis y encopresis respectivamente, son característicos de la infancia. Pueden tener una causa orgánica o psicológica y, en ambos casos, tienen tratamiento. La terapia psicológica comprende la enseñanza para aprender a controlar los esfínteres, psicoterapia y una serie de recomendaciones para los padres y las madres del niño afectado sobre cómo afrontar la situación y resolverla.

¿Quién dijo que ser padre o madre fuera fácil?

A lo largo del ciclo vital de nuestros hijos/as pueden surgir pequeños problemas cotidianos que nos desborden y necesitemos la ayuda de un profesional que nos ayude a solventar de forma eficaz las situaciones que puedan llegar a ser un problema más grave en el futuro.

Llantos para conseguir cualquier cosa, poca tolerancia a la frustración, desafíos ante cualquier norma (ir a la ducha, levantarse por la mañana, vestirse…), problemas de comunicación con un hijo/a adolescente.

Estas situaciones cotidianas pueden generar estrés en la familia y con el tiempo se pueden convertir en un problema grave.

Con el asesoramiento profesional adecuado se pueden resolver de forma eficaz.